Balandro yo

Balandro yo
EL BALANDRITO, J. SOROLLA
"Regálate como poidas, leutor, e non che digo máis".
A. R. Castelao, Un ollo de vidro.



"-Yo sé quién soy -respondió don Quijote (...)"
Miguel de Cervantes







martes, 2 de diciembre de 2014

PRÁCTICAS EDUCATIVAS: "Y CUANDO DESPERTAMOS, EL CUENTO TODAVÍA ESTABA ALLÍ"

Ilustración de Manon Gauthier
(http://manongauthierillustrations.blogspot.com.es)

UN PROGRAMA DE CREACIÓN LITERARIA PARA ALUMNOS DE 2º DE ESO, DENTRO DE LA ASINATURA DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA...

Justificación del programa:

Al comienzo de la escolaridad en la etapa de la ESO, un buen número de alumnas y alumnos que vienen a nuestro centro no han alcanzado el dominio suficiente de las destrezas relativas a la comunicación lingüística, especialmente en lo que se refiere a la expresión escrita, a la redacción, a la creación de textos. Con la finalidad de mejorar estas habilidades, se presenta este programa, que parte de la previsible motivación que supone la lectura de textos literarios y de la consideración de estos como modelos para su propia creación artística personal. Al mismo tiempo, el conocimiento de importantes muestras de la literatura española e hispanoamericana  serviría para ir aumentando su acerbo cultural, en constante crecimiento.

Objetivos: 

-Fomentar la lectura comprensiva de textos literarios, incorporándola al currículo a través de intervenciones sistematizadas en el aula, con el fin de formar lectores competentes.
-Favorecer y estimular la producción de textos escritos, tomando como modelo o inspiración cuentos de autores de reconocida valía de la literatura española e hispanoamericana.
-Conocer y emplear los mecanismos y estrategias de creación de textos narrativos,
-Favorecer el uso de las TIC con fines académicos para el descubrimiento y conocimiento de la vida y la obra de autores de renombre de la literatura española e hispanoamericana.

Desarrollo del programa "Y CUANDO DESPERTAMOS, EL CUENTO TODAVÍA ESTABA ALLÍ":

1º) Lectura por el alumnado del "CUENTO QUE NOS DESPIERTA". Este cuento será el punto de partida del programa y pertenecerá a uno de nuestros escritores más sobresalientes de la literatura española e hispanoamericana.

2º) El "cuento que nos despierta" sugerirá bien un tema o motivo temático, bien una técnica narrativa, que el alumnado empleará para la elaboración de un texto propio. En el caso de escoger el desarrollo de una técnica narrativa concreta, se les explicará detalladamente en qué consiste, lo cual encaja dentro del contenido del currículo de 2º de ESO. Esta es la parte más creativa del programa, que llamaremos el "CUENTO-DINOSAURIO", por lo que tiene de ser extraño, novedoso y de enorme categoría literaria.

3º) La tercera parte del programa consiste en la búsqueda en internet de información sobre la vida y la obra del autor que consiguió despertar al alumnado en el inicio del programa. De la información que se obtenga, habrá que hacer un breve resumen para compartirlo con los compañeros y no aburrirlos con largos y tediosos contenidos. Para terminar, se tendrán que recopilar, previa lectura personal, otros cuentos del mismo autor. Hay que seleccionarlos con atención para que la posterior lectura en clase sea amena, además de muy instructiva.

4º) Finalmente, se llevará a cabo la parte de "…EL CUENTO TODAVÍA ESTABA ALLÍ". Para dejar constancia del trabajo hecho y hacer de los textos literarios del alumnado algo permanente en su memoria, se podrán seleccionar los más originales y creativos, la información extraída sobre la vida y la obra de cada autor, una pequeña muestra de su producción literaria y alguna ilustración hecha por el alumnado, para la elaboración de una pequeña revista que será repartida al final de curso entre todos los alumnos de 2º de ESO.

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Cuentos propuestos:
 

EDUARDO GALEANO, "El miedo global"

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser
atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de
armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin
miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a
la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser,
miedo de morir, miedo de vivir.




MARIO BENEDETTI, “A imagen y semejanza”

Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.


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