Balandro yo

Balandro yo
EL BALANDRITO, J. SOROLLA
"Regálate como poidas, leutor, e non che digo máis".
A. R. Castelao, Un ollo de vidro.



"-Yo sé quién soy -respondió don Quijote (...)"
Miguel de Cervantes







jueves, 23 de noviembre de 2017

LITERATURA UNIVERSAL: LAS HEROIDAS DE OVIDIO




En Las Heroidas, Ovidio reúne una serie de poemas elegíacos en forma de cartas escritas por célebres personajes femeninos dirigidas a sus enamorados: por ejemplo, destacan las célebres y trágicas parejas: Penélope-Ulises, Ariadna-Teseo, Elena-París, Hero-Leandro, Medea-Jasón, Hermíone-Orestes, Fedra-Hipólito, Deyanira-Hércules, Safo-Faón…


Según nos explica la Eneida de Virgilio, la reina de Cartago, Dido, se enamora de Eneas gracias a las argucias de la madre de éste, Venus. Se enamoran pero, después de yacer juntos en una cueva durante una oportuna tormenta, el héroe de Troya debe abandonarla para cumplir su misión fundacional en tierras itálicas. Dido, desesperada, decide suicidarse. 

De Dido a Eneas (Heroidas, VII 1-24; 133-140) 

Como canta el blanco cisne, cuando la muerte lo llama, tendido sobre las húmedas hierbas en la ribera del Meandro, así te hablo yo, y no porque abrigue esperanzas de conmoverte con mis súplicas. 

Contra la voluntad divina he dado comienzo a esta carta. Pero, puesto que para mi desgracia he perdido ya mi buena fama y la honestidad de mi cuerpo y de mi alma, de poca importancia es perder también unas palabras. 

Tienes decidido, a pesar de todo, irte y dejar a la desdichada Dido, y los vientos se llevarán al mismo tiempo tus velas y tu promesa. Tienes decidido, Eneas, desatar amarras a las naves a la vez que te desatas tú de tu compromiso, y buscar los reinos ítalos, que no sabes dónde están. Y nada te importa la naciente Cartago ni las murallas que van alzándose ni el sumo poder entregado a tu cetro. Escapas de lo que está hecho, persigues lo que está por hacer. Otra es la tierra que debes buscar a través del orbe, otra es la tierra que buscabas. Mas, aunque encuentres esa tierra, ¿quién te la ofrecerá para que la poseas?, ¿quién dará sus campos a unos desconocidos para que se queden con ellos? Otro amor te está esperando y otra Dido a la que engañar de nuevo, otra palabra tienes que dar. ¿Cuándo llegará el tiempo en que fundes una ciudad como Cartago y veas a tu gente desde la altura de un alcázar? (…) 

Quizás incluso, malvado, abandones a una Dido embarazada y en mi cuerpo se esconda encerrada una parte de ti. La desdichada criatura seguirá el destino de su madre y serás culpable de la muerte de alguien que aún no ha nacido; el hermano de Julo morirá junto con su madre y un único castigo arrastrará a dos que están unidos entre sí.

(traducción de Vicente Cristóbal López)
 

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Penélope, hija de Icario y reina de Ítaca, escribe a Ulises, hijo de Laertes, rey de Ítaca.

Querido Ulises: 


Me dirijo a ti, mi amado esposo, con miedo y tristeza. Pasados ya los diez años que empleasteis en el asedio de la ciudad de Troya, y el año que, como imagino, tú, el ejército de Ítaca y los demás ejércitos victoriosos de la Guerra de Troya tomasteis para celebrar vuestra gran victoria. Han pasado ya 15 años desde que partiste de tu querido reino, dejándonos atrás a mí, tu querida esposa y a tu hijo Telémaco. Todos estos años hemos esperado pacientemente, con nuestros corazones henchidos con la esperanza de volver a verte pronto, sentado, de nuevo, en tu trono, aquí en Ítaca. Ambos confiábamos en que tu astucia te sacaría invicto del campo de batalla. Pero, tras esperar tantos años tu regreso, tememos ahora por ti y nos preguntamos que te habrá deparado la suerte.

Desde que llegó aquel mensajero anunciando la victoria de los griegos sobre los troyanos, los meses posteriores, al demorarse tu regreso, decenas de hombres y nobles de los alrededores, se presentaron en nuestro palacio alegando que me amaban y pidiendo, en consecuencia, mi mano en matrimonio. Pero me consta que lo que en realidad aman y desean es sentarse y poseer tu trono y tu reino. 


Sin poder hacer nada, yo y tu hijo hemos tenido que aguantar a estos parásitos todos estos últimos años, ya que nosotros aún creemos que, aunque perdido, sigues vivo en algún lugar de Egeo o del enorme Mediterráneo. Cada noche, ruego a Poseidón, a Hermes y al dios Eolo, por ti, por tus naves, porque tú y tu tripulación regreséis sanos y salvos a Ítaca. Te imploro que, donde quiera que estés, seas raudo en tu regreso. 

Telémaco y yo hacemos todo lo posible para ganar tiempo y no tener que entregar tu reino a alguno de estos hombres que intentan rapiñar todo lo que un día fue nuestro y que ahora, gracias a ellos y su infausta presencia, hacen que nos hundamos en la más oscura de las decadencias. Te ruego que regreses lo antes posible, pues como se retrase demasiado tu retorno a Ítaca, me temo, no quedará nada sobre lo que gobernar. 

Cada día que pasa me cuesta más mantenerme fiel a ti. Envío innumerables plegarias a la diosa Hera, protectora del matrimonio, para que me dé fuerzas y pueda seguir aguardándote como la mejor de las esposas.

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